Embajador Hater, o cómo Orange la pifió con su política de recontratación

Embajador Hater, o cómo Orange la pifió con su política de recontratación

Uno de los principales debes de las compañías telefónicas en España es el del trato al cliente. Facua-consumidores en acción lleva años denunciando que el sector de las telecomunicaciones es el que más reclamaciones provoca a lo largo del año, con Orange y Vodafone a la cabeza.  En ese sentido, tan deficitaria es hoy en día la gestión post-venta, como la gestión de recaptación por parte de las marcas. En ese sentido,  os voy a contar cómo Orange pasó a tenerme como cliente a convertirme en un Hater de la marca. 

Hace años, me mudé y caí en la trampa de uno de los planes que ofrecía Orange, una campaña exitosa y muy bien ideada que ofrecía tipos de contrato usando una iconografía animal (ardilla, canario, delfín, leopardo, colibrí…). Mi plan se completaba con fibra en casa. Ya desde el principio tuve problemas con la compañía, pues me ofreció una línea de teléfono gratuita y provisional para conectarme a Internet durante el tiempo que tardaban en instalarme la fibra en casa. Al cabo de medio año, me di cuenta que me estaban cobrando esa línea desde el primer momento. Pese a que denuncié el caso y seguí las instrucciones indicadas por su equipo, aún tardó medio año más la compañía en dar de baja una línea que no usaba, después de quejas por escrito y mediante llamada telefónica. Denuncié el caso a la oficina de atención a los consumidores y gané. Orange tuvo que devolverme el importe de todo lo que me había cobrado de más.

Ese caso me produjo un gran descontento por el trato recibido por parte de la compañía, a la que realicé hasta cuatro quejas formales, por teléfono y por escrito, así que en cuanto vi otro producto de otra compañía que se adecuaba a mis necesidades, decidí dejar Orange. 

Orange debió concluir por mi listado de llamadas que estaba buscando nueva compañía, pues en mi primer contacto con otra compañía, llamó para ofrecerme grandes ofertas. Llevaban un año sin llamarme.

De cualquier forma, la decisión estaba tomada. Desde que accedí a hacer la portabilidad, he sufrido un acoso por parte de la compañía, que me ha llevado de ser un consumidor descontento, de los que jamás volvería, a un embajador Hater. Llamadas continuas, correos electrónicos y sms sin parar. Desde primera hora de la mañana, ya sea horario laboral, horario de comida, hora de la siesta, etc. Los mensajes de texto además, contenían un mensaje engañoso, pues decía: «para garantizar su portabilidad, llame urgentemente al 2252 OP2» , cuando la portabilidad estaba garantizada desde el día anterior.

Ejemplos de mensajes recibidos por parte de la compañía.

Al final, ante tanto acoso, descolgué el teléfono y le comuniqué a la operadora que no era una cuestión de compensación económica, ni de nuevas ofertas, era una cuestión de valores. La operadora mostró un tono de indignación (llegué a pensar que era accionista de la compañía). Pese a que mi posición quedó clara, Orange volvió a telefonearme a la tarde, y cuando comuniqué que ya habían intentado recaptarme y había contestado negativamente, me contestaron: «RE-CAP-QUÉÉÉÉ», como si no supiera de qué estábamos hablando.

 

Relación de llamadas de la compañía en una sola mañana.

Mi experiencia durante el servicio y a posteriori ha sido tan nefasta, que hoy no sólo soy un consumidor libre, sino un Hater de la marca. Aún siendo históricamente un consumidor bastante comprensivo con los errores ajenos, ahora actúo en mi entorno inmediato desaconsejando sus servicios, converso sobre ello en las redes sociales (pasando la crisis del off-line al online) y me erijo como un embajador del descontento Orange, lo peor que le puede pasar a una marca.

Con todo, tengo la impresión de que el tiempo conducirá a las compañías a un modelo de comportamiento con el cliente similar al que ya adoptó Pepephone para ocupar un nicho de mercado importante, el de los consumidores hartos (por cierto, una compañía con una excelente de comunicación). Del mismo modo, creo es responsabilidad de consumidores y gobiernos establecer un contexto donde las empresas se desarrollen con respeto absoluto hacia el cliente, en el que no figuren cláusulas abusivas, trampas o exceso de letra pequeña. Y el primer paso es, desde luego, es dejar a compañías como Orange fuera del tablero de juego.